Capítulo Uno

La poderosa fortaleza de grandes dimensiones fue construida en lo alto de un escarpado cerro, rodeado por dos ríos y cuya cima es explanado. Fue edificado como castillo-santuario para los caballeros de la Orden de los Rëlpmet, cuidadores de la paz entre los diferentes reinos de Nianitnüak y defensores de la maravillosa obra compuesta por los Creadores. Voces ancianas explican que poderosos maestros en el arte de la magia colaboraron en su construcción, usando encantamientos que se mezclaron con los grandes y pesados bloques de piedra maciza cortada por las hábiles manos de maestros en el arte de picar piedra. Su gruesa muralla era defendida por torres robustas y de gran envergadura y, en el centro mismo del extenso patio de armas, estaba la torre del Homenaje construida a partir de miles de rocas gigantes y antiguas. Todo ello daba una imagen muy sólida de la fortificación, lo que por sí solo ya era muy importante para los caballeros de la Orden y los sacerdotes que velaban por el santuario edificado en su interior.

Era una maravilla defensiva admirable, digno de los caballeros que la velaban y su noble tarea. Los pobladores más cercanos a la fortaleza se sentían protegidos sólo de observarla, y muchas eran las tierras bajo su protección. Había un montón de fortificaciones esparcidas por todo Nianitnüak, todas ellas con la misma obligación y deber hacia todos los seres que lo poblaban. Y largos tiempos de gloria habían bendecido a los caballeros de la Orden, y a sus sacerdotes, que incluso los Reyes y Reinas más poderosos les ofrecían su corazón. Pero ahora tocaba oír los temores de peligros que se acercaban, y muchas eran las fortalezas de la Orden que se mantenían firmes luchando, espada con espada, con los que tenían el poder de las armas y querían defender su tierra.

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